jueves, 22 de septiembre de 2016

Resumir

En su libro Cómo resumir un texto, Teodoro Álvarez Angulo (Barcelona: Octaedro, 2004) afirma que, “contra lo que pueda parecer, resumir o condensar información no es tarea fácil: requiere por una parte, una comprensión correcta del texto; y por otra, es un proceso textual de reescritura, de creación de un nuevo texto”.

 En efecto, lejos de ser una mera técnica de reducción (recortar palabras del autor y pegarlas en orden), resumir es una habilidad cognitivo-lingüística que implica el reconocimiento de las tipologías textuales, las intenciones que subyacen en el discurso y su significado, esto es, comprender el contenido del documento para luego generalizar lo que pueda generalizarse y suprimir la información redundante, secundaria o de apoyo, transcribir aquello que no puede parafrasearse y finalmente producir un texto que respete la macroestructura semántica.

La macroestructura semántica “expresa qué elementos textuales son más relevantes en la información semántica del discurso, considerado como un todo y a la vez precísalos elementos textuales más importantes”. Se refiere a “la coherencia global del discurso”.

Dicho de otra manera, el paso de la comprensión de un texto base (original) a la producción de un texto derivado (resumen) requiere una serie de transformaciones léxicas, sintácticas y semánticas que ocurren en diferentes niveles.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Las llevadas y traídas funciones del lenguaje



En el libro Redacción eficaz. Con prontuario de redacción y estilo (México: Editores mexicanos unidos, 2012), la Dra. Guillermina Baena, teniendo en cuenta que el lenguaje es -como dice Santiago Revilla- “el medio que tiene el hombre, como ser racional, para manifestar sus ideas o sentimientos” (10), esboza el desarrollo de los sistemas de signos que usamos para comunicarnos, desde los sistemas mímico que corresponde a la adopción de señas y gestos por parte del hombre primitivo, hasta el gráfico, que considera “el más universal de todos”, pasando por el onomatopéyico y el oral, para abordar, acto seguido, sus funciones y modalidades.

En cuanto a las funciones del lenguaje, la Dra. Baena señala cuatro, a saber: la función informativa que “se realiza mediante la formulación y afirmación (o negación) de proposiciones” (18); la función expresiva, que tiene una doble implicación, por un lado, la manifestación de sentimientos y, por otro, el deseo de provocarlos; la función directiva que pretende “originar o impedir una acción manifiesta” (19); así como la función ritual que incluye las frases de rutina y otras convenciones que se enuncian casi de manera automática.

Estas cuatro funciones no han de confundirse con las funciones propuestas por Roman Jakobson y que actualmente se encuentran explicadas en la mayoría de manuales de redacción para bachillerato. Pongamos por caso el Taller de lectura y redacción por competencias 1 de Lucero Lozano (México: Nueva editorial Lucero, 2009), donde aparecen explicadas, relacionadas con su intencionalidad y ejemplificadas de la siguiente manera. 


miércoles, 5 de septiembre de 2012

Comunicación y expresión


En su libro Comunicación oral y Escrita Socorro Fonseca y un grupo de colaboradores (México: Pearson, 2011) presentan la comunicación como un hecho humano orientado a satisfacer necesidades mediante el uso de signos. En la acción comunicativa se trata, pues, de transmitir o –mejor- compartir algo de uno mismo.  O dicho de otro modo, comunicar

es una cualidad racional y emocional específica del hombre que surge de la necesidad de ponerse en contacto con los demás, cuando intercambia ideas que adquieren sentido o significación de acuerdo con experiencias previas comunes. (2)

Se trata, desde luego, de una aproximación al tema, que da la pauta para adentrarse en un fenómeno tan apasionante como complejo. Cuando decimos que en todo tiempo estamos comunicando, nos referimos a que en cada momento, inevitablemente, estamos manifestando estados de ánimo o actitudes: nuestra postura “dice algo”, los colores que usamos, nuestro cuidado personal, la mirada… todo “dice algo”. Pero en sentido estricto, señalan los autores del libro, “para expresar basta con manifestar algo de nosotros mismos; en cambio, para comunicar necesitamos tener la intención de compartir ese algo con otros” (2-3) Lo que se quiere provocar con un texto, una preferencia u otro mensaje es lo que denominamos intencionalidad.

El instrumento que usamos para expresarnos, en general, y comunicar nuestras intenciones, en particular, es el lenguaje, que ha sido "el más trascendental de los inventos que ha desarrollado el hombre para comprender su mundo, y desempeña una función central en las sociedades civilizadas" (3)

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Sobre algunos textos académicos

Irma Munguía Zatarain en su libro Líneas y perfiles de la investigación y la escritura (México, Universidad Autónoma Metropolitana:2010) señala de manera breve las características de distintos textos académicos:

El ensayo es presentado como un texto en el que “el autor estudia un tema ya sea breve, amplia o exhaustivamente, y propone una perspectiva novedosa y personal”. Y apunta como rasgos distintivos: “la originalidad, la subjetividad, el carácter crítico y polémico y la libertad temática” (30-31).

De la monografía dice que “es el tratamiento de un tema o problema específico; puede hacerse una revisión exhaustiva de todos los aspectos que se relacionen con dicho tema y, en ese caso, se comenta y discute la bibliografía existente, se muestran nuevos datos relevantes, se propone una explicación novedosa o distinta (32).


Sobre estos dos tipos de memoria escrita me parece importante el comentario que hace Liliana Weinberg en su libro Pensar el ensayo, donde sugiere que para hacer una monografía hay que ser un investigador, pero para producir un ensayo hay que ser un experto.

En cuanto al resumen, lo define como “la exposición sintética del contenido de un texto leído; se redacta utilizando palabras distintas de las utilizadas en el texto original y no deben incluirse comentarios ni valoraciones personales” (34). En ese sentido, señala que es muy parecido al reporte de lectura ya que ambos “evitan las críticas y comentarios personales” (33), así como las ideas secundarias. Además, permiten corroborar que se realizó la lectura del texto resumido.

Problemática es la distinción entre resumen y síntesis. Es común escuchar que el resumen se apega al documento original, citando sus ideas principales y respetando la estructura, mientras que la síntesis admite un mayor parafraseo y pretende mostrar, en pocas palabras, el sentido global del texto.

martes, 2 de junio de 2009

La importancia del aparato critico

Muchas ocasiones he coincidido con profesores de educación media y superior así como estudiantes que elaboran la memoria escrita de una investigación preocupados por citar correctamente en los trabajos académicos. La angustia aumenta cuando se produce una combinación de moral y desconocimiento. No existe un aparato crítico único, por lo que puede darse el caso de que docentes con formación psicológica, por ejemplo, esperen que, un alumno de medicina habituado a usar AMA, cite en APA. O a un humanista clásico que prefiere ibidems y opcits a las referencias parentéticas. La preocupación es sana, a condición de que el cuidado de la forma no mate contenido.

En principio, habrá que señalar por qué es importante citar. En el ámbito de la investigación científica, el valor del documento en que se exponen los resultados de del trabajo intelectual, además del rigor metodológico, exige que se presente información de tal manera que cualquier otro investigador, en condiciones similares, obtenga conclusiones semejantes. Exponer el marco teórico y los métodos empleados, favorece la posibilidad de avanzar en el conocimiento mediante la comprobación y la búsqueda de nuevos problemas o soluciones.

Entonces, antes de la preocupación por la corrección en la forma, habrá que enfatizar dos valores del trabajo científico: la honestidad (o pretensión de verdad) y la precisión (o rigor), es decir, 1) debe distinguirse lo que postula el investigador de las palabras que no son suyas, es decir, se debe diferenciar lo dicho por el autor de los datos empleados y las fuentes consultadas; y 2) también deben proporcionarse todas las referencias necesarias para que cualquier otro investigador pueda verificar los resultados. Dicho lo anterior, podemos avanzar, apuntando que la forma de citar obedece a convenciones y acuerdos. ¿Entre quienes? Entre los miembros de asociaciones, instituciones o comunidades de investigación. Algunas revistas y periódicos también establecen las características que deben cumplir los textos que publican.

En términos generales una referencia debe incluir como información mínima al autor, el título, lugar de al publicación, editorial y año (y la página, por supuesto). En el sistema de citas y referencias tradicional los datos bibliográficos aparecen al pie de página y al final del documento. Las referencias parentéticas pretenden agilizar las referencias y ahorrar tiempo de lectura. Ordinariamente, la bibliografía completa aparece al final, y en el texto únicamente la información indispensable. En esta categoría se encuentran:

APA, recomendado para ciencias sociales, educación y psicología.
MLA, para artes, humanidades y literatura.
AMA, para ciencias biológicas y mediciana
Turabian para “college students”.
Chicago, usado en múltiples revistas y publicaciones periódicas.

Para ver guías sobre estas formas de citar, se puede visitar la página de Long Island University.

Por último, habrá que decir que estos diferentes no son los únicos que hay y que en todo caso no deben combinarse.

lunes, 4 de mayo de 2009

El texto comunicativo

Dice Sebastián Bonilla en el estudio preliminar de la Introducción a la lingüística del texto de Robert-Alain de Beaugrande y Wolfgang Ulrich Dressler (Barcelona: Ariel, 1997) que "Si no se quiere reducir el texto a un perfecto pero muy poco interesante ente mineral cristalizado, se ha de entender que la cohesión y la coherencia que lo caracterizan son producto de una actividad cultural intencionada" (7). Lo cual constituye una invitación a ir más allá de las nociones tradicionales de la gramática, pues "es un lugar común afirmar que lo que hace un texto sea un texto no es su gramaticalidad, sino su textualidad" (11) . De ahí que en su modelo hablen de "siete normas (interrelacionadas entre sí mediante restricciones) y tres principios reguladores de la comunicación textual". Los principios son explicados de la siguiente manera:

la eficacia de un texto depende de que quienes intervengan en su intercambio obtengan los mejores resultados comunicativos posibles invirtiendo en esa tarea un esfuerzo mínimo. La efectividad está en relación con la intensidad del impacto comunicativo que el texto provoca en sus receptores. La adecuación es el equilibrio óptimo que se consigue en un texto entre el grado de actualización de los criterios de textualidad, por un lado, y la satisfacción de las demandas comunicativas, por otro. (13)

Las siete normas se presentan en el CAPITULO I, donde se afirma que para que un texto sea comunicativo debe cumplirlas.

La primera norma de textualidad es la COHESIÓN. La cohesión establece las diferentes posibilidades en que pueden conectarse entre sí dentro de una secuencia los componentes de la superficie textual, es decir, las palabras que realmente se escuchan o se leen. (35)

La segunda norma de textualidad es la COHERENCIA. La coherencia regula la posibilidad de que sean accesibles entre sí e interactúen de un modo relevante, los componentes del MUNDO TEXTUAL, es decir, la configuración de los CONCEPTOS y de las RELACIONES que subyacen bajo la superficie del texto. (37)

La INTENCIONALIDAD se refiere a la actitud del productor textual: que una serie de secuencias oracionales constituya un texto cohesionado y coherente es una consecuencia de las intenciones del productor. (40)

La cuarta norma de textualidad es la ACEPTABILIDAD. La aceptabilidad se refiere a la actitud del receptor: una serie de secuencias que constituyan un texto cohesionado y coherente es aceptable para un determinado receptor si éste percibe que tiene alguna relevancia. (41)

La quinta norma de textualidad es la INFORMATIVIDAD. La informatividad sirve para evaluar hasta qué punto las secuencias de un texto son predecibles o inesperadas, si transmiten información conocida o novedosa. (43)

La sexta norma de textualidad es la SITUACIONALIDAD. La situacionalidad se refiere a los factores que hacen que un texto sea RELEVANTE en la situación en la que aparece. (44)

La séptima norma de textualidad es la INTERTEXTUALIDAD. La intertextualidad se refiere a los factores que hacen depender la utilización adecuada de un texto del conocimiento que se tenga de otros textos anteriores. (45)

Esta serie de citas están tomadas, como se indicó, del capítulo inicial. Los autores desarrollan estos conceptos dedicándole, posteriormente, a cada uno un capítulo, donde se profundiza y ejemplifica. Se transcribe aquí para sugerir por una parte la lectura atenta del trabajo de Beaugrande y, por otra, para no perder de vista la complejidad lingüística, inevitable en el proceso de redacción.

martes, 24 de marzo de 2009

Coherencia

Al hablar de “La textura discursiva” en su libro Las cosas del decir (Barcelona: Ariel, 2004), Helena Calsamiglia y Amparo Tusón señalan una coincidencia en las teorías recientes que tienen al discurso como objeto de estudio. Un texto es mucho más que el aglutinamiento de material lingüístico, es más que la distribución ordenada de oraciones en un párrafo y las relaciones que entre ellas se establecen, es pues, “una unidad semántico-pragmática” (217). La observación es importante para la redacción, porque nos recuerda que la finalidad de la escritura es realizar actos y producir sentidos. De ahí que, además de atender al “contenido o información global” y su estructura (orden, relación), debemos considerar “los implícitos, el conocimiento enciclopédico o la experiencia compartida entre Emisor y Receptor”.

Detengámonos brevemente en la producción de sentido. Robert-Alain de Beaugrande y Wolfang Urlich Dressler en su Introducción a la lingüística del texto (Barcelona: Ariel, 1997)distinguen entre significado y sentido: “El concepto de significado se emplea para designar la capacidad de una expresión lingüística o cualquier otro signo) para representar y para transmitir conocimientos”, mientras que reservan el término ‘sentido’ “para referirse al conocimiento que se transmite de manera efectiva mediante las expresiones que aparecen en el texto”. Se produce una indeterminación cuando el “sentido intencionado” del Emisor permanece inaccesible al Receptor. Si la indeterminación es causada por la incompetencia o el descuido del productor textual, se considera ambigüedad; en caso contrario, se le denomina polivalencia. El sentido no está dado de por sí, se construye mediante la activación de conceptos o conocimientos en una secuencia que se conoce como continuidad de sentido, necesaria para que un texto tenga coherencia, pues según Beaugrande y Dressler:

La continuidad de sentido está en la base de la COHERENCIA, entendida como la regulación de la posibilidad de que los CONCEPTOS[1] y las RELACIONES que subyacen bajo la superficie textual sean accesibles entre sí e interactúen de un modo relevante. Esta organización subyacente en un texto es lo que se denomina MUNDO TEXTUAL. (135-136)

Y más adelante, insisten:

La coherencia ha de entenderse como el resultado de la combinación de los conceptos y de las relaciones en una RED compuesta por ESPACIOS DE CONOCIMIENTO orbitando alrededor de los temas principales del texto. (148).

Los conceptos vienen a ser una reelaboración y expansión de las categorías de pensamiento aristotélicas, que Benveniste denominó categorías lingüísticas. Se dividen en conceptos primarios (objetos, situaciones, acontecimientos y acciones) y conceptos secundarios (estado, agente, entidad afectada, relación, atributo, localización, tiempo, movimiento, instrumento, etc.).
Estas aportaciones se realizan desde un enfoque cognitivo. Y que demuestran que –en palabras de Calsamiglia- “en los propios hablantes se encuentra la capacidad de dotar de coherencia a frases sueltas, inconexas, gramaticalmente incompletas, intercambios mínimos que parecen no tener ningún sentido” (222).

En el ejemplo de la fotografía "SE RENTA CELULAR", una lectura desde la gramática tradicional nos llevaría a preguntar: ¿quién puede estar interesado en rentar un celular?; pero si atendemos al lugar en el que está colocado el mensaje, el tamaño de las letras y nuestro conocimiento de mundo, el texto puede tener sentido.

Hay otras interpretaciones que entienden la coherencia en una relación mucho más íntima y estrecha con la cohesión del texto, como en el caso de las reglas propuestas por Charolles, y que son sintetizadas por la misma Calsamiglia:
a) Regla de repetición: es necesario que la mayor parte de las proposiciones se encadenen tomando como base la repetición de algunos elementos.
b) Regla de progresión: es necesario que el desarrollo se produzca con una aportación constante de información nueva.
c) Regla de no-contradicción: es necesario que no se introduzca ningún elemento semántico que contradiga un contenido establecido previamente.
d) Regla de relación: es necesario que los textos estén relacionados en el mundo –real o imaginario- representado. (221)

También es posible hablar de la “coherencia pragmática”, entendiéndola como un “mecanismo de autorregulación de sistemas en interacción” durante el proceso comunicativo, de modo que

A mayor grado de contextualización el texto producido necesita menos indicadores, señales y elementos lingüísticos que sustenten la coherencia [...]. Mientras que a menor grado de contextualización el texto necesita indicadores o elementos lingüísticos que otorguen coherencia: es el caso de las narraciones literarias. (224)

NOTAS:

[1] Los conceptos son definidos como “configuración de conocimientos que pueden activarse o recuperarse de una manera más o menos consistente y homogénea”. Y se sustentan en el hecho de que durante la comunicación se producen expresiones que apelan al conocimiento. La interacción provoca un almacenamiento activo.